martes, 5 de octubre de 2010

¡Señorita!


Ha costado, pero en los diez últimos minutos he recibido la inspiración suficiente como para volver a escribir algo. Han sido dos frases las que me han dado la señal necesaria. Y es que a veces los estados de tus tuentiamigos y las publicaciones en facebook pueden ser muy útiles. Hoy es 5 de octubre, día del docente, y es realmente inevitable acordarse de los profesores y las señoritas que han pasado por nuestra vida.

Los maestros de primaria se recuerdan de forma especial, tanto si eras de los listos y te sonreían al darle las notas a tus padres como si eras de los malos y te sabías de memoria sus castigos. “La guarra”, los capones, los insultos biensonantes con sabor a rabas rebozadas, la compra de chicles para todos tus compañeros, las horas extras por la tarde cuando la merienda te esperaba en casa y los exámenes de flauta con el libro de la profesora que, por desgracia para muchos, no tenía las notas escritas debajo del pentagrama. ¡Qué rabia daba cuando la señorita tal o Don pascual te decía a las 16.55 horas que debías hacer tres ejercicios o una redacción para entregar antes de irte a tu casa! Sabías hacerlos, de sobra. Pero también eras consciente de que tardarías más de cinco minutos y que tus vecinos no te iban a esperar. Con lo aburrido que era el camino de vuelta si ibas sólo. Ese día siempre odiabas al docente, por muy buena fama que tuviera.



 

Cuando llegas al instituto sabes que todo va a ser distinto. Los profesores ya no van a ser tan amigos. Y no son del pueblo, así que no van a conocer a tus padres y las posibilidades de tener confianza con ellos serán realmente remotas. La E.S.O. impone mucho; y el Bachillerato, ni te cuento. Y tú crees que la seriedad de los maestros será proporcional al nivel de los estudios. En parte es así, pero no por norma. Desde el primer día te quedas con frases, expresiones, gestos y formas de beber agua que nunca olvidarás y que, además, servirán para sacar conversación en las reuniones futuras con tus compañeros de insti. ¿Te acuerdas de cómo llevaba las camisas este profesor? ¿No te viene a la cabeza tal profesora cada vez que alguien dice “corneta”? Ellos también te contaban a veces su vida, y eso es de agradecer. No eran tan fríos como pensabas al principio. Sobre todo te caían bien cuando les esperabas en el pasillo para comenzar la clase y otro profesor o la conserje os decía que no había venido y, por lo tanto, que no había clase. ¡Qué majo! Y si ya era de los que cedía a la hora de cambiar la fecha de un examen el mismo día del examen se convertía casi en tu ídolo.

Guardas el recuerdo de los profes de la escuela, de los del instituto y llega el momento de la universidad. ¡Puf, eso es serio! Ni los conoces personalmente ni tienes esperanza de llegar a hacerlo en los cuatro o cinco años de carrera, entre otras cosas porque la inmensa mayoría de ellos sólo te darán clase durante cuatro meses, una o dos veces por semana. Eso sí, siempre hay excepciones y posibilidades de intimar. Pero nada que ver con los anteriores. Pueden ser reputados profesionales, famosos incluso, pero no es igual. No te castigan, simplemente pasan. Y eso duele. Si no te llaman “¡Calamar!”, ¿qué tipo de profesores son esos? Y encima no se saben tu nombre. Y si se lo saben....¡atención a las miradas de tus compañeros! Es totalmente distinto. De hecho cuando ves que el día en el que vives es el de los docentes, no te acuerdas de ellos en primer lugar. Porque no te los cruzas por la calle los fines de semana, porque también pueden haber dicho frases míticas pero no te han marcado tanto como las escuchadas en secundaria y porque, todo hay que decirlo, tú tampoco te acuerdas bien de sus nombres.

Espero que esto sirva para hacer memoria y dediques un pelín de tu tiempo a recordar sus castigos, sus gestos, sus formas de vestir, sus formas de enseñar... Todo vale. Y si te acompaña algún compañero de pupitre, mejor que mejor. Yo ya lo he hecho.

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