jueves, 28 de julio de 2011

Un castigo ejemplar


Ha matado a 76 personas y, a pesar de que la policía noruega tenía orden de dispararle cuando lo encontraran en la isla de Utoya, sigue vivo a la espera de ser juzgado. La Inteligencia del país lo tenía controlado desde el mes de marzo, pero no lo suficiente como para evitar la tragedia del pasado viernes. A partir de ahora, cuando ingrese en prisión, si lo estará, y mucho. Y para conseguir este riguroso control lo rodearán con las mejores comodidades con que cualquier asesino confeso podría soñar.

Queda claro que estar en la cárcel no tiene por que suponer vivir en condiciones infrahumanas. De hecho, el centro penitenciario al que se baraja que va a ser enviado es calificado como “la cárcel más humana del mundo”. También la más segura, eso sí. Y aquí surge la pregunta: ¿Se merecen este tipo de personas tantos lujos? Yo no dudaría al contestar que no. No entiendo por qué un hombre como él puede disfrutar de tantas cosas con las que entretenerse. Apenas tendrá tiempo de pensar en lo que ha hecho y, quien sabe, así algún día poder arrepentirse, aunque lo dudo mucho.

Breivik hizo lo que quería, lo que había planeado a la perfección. Sólo falló una cosa: ni él mismo creía que saldría con vida después de su matanza. Y tiene aún mucha vida por delante. Quién sabe si dentro de un año ya estará tumbado en su cama al lado de una mini nevera viendo las noticias en la televisión de plasma de su habitación y conectado de nuevo a  su Twitter. No se escapará de la cárcel, eso es lo más probable, pero vivirá tranquilo pensando que su castigo no tiene nada que ver con el que él mismo otorgó a 76 personas.