viernes, 16 de abril de 2010

MAD-PRG, PRG-MAD






Hace unas horas deshicimos las maletas y ahora ya estoy pensando qué meter de nuevo para ir al pueblo estos dos próximos días. Prometo llevar menos ropa que al viaje a República Checa. En parte fui astuta y sabía que el tiempo nos iba a complicar un poco la estancia en la Ciudad Dorada: prendas gordacas para repeler el frío y la lluvia que nos han acompañado desde el primer día hasta el último. Por eso estoy preparada para este fin de semana lluvioso que hoy comienza. El mal tiempo no nos ha frenado y hemos recorrido la capital checa de cabo a rabo (algo habrá quedado, eso sí).

Sería laborioso comentar cada cosa que hicimos, cada anécdota y cada tontería que dijimos. Sería también un tanto pesado mostrar todas las fotografía que hemos hecho. Este tipo de viajes suelen salir bien, aunque la salud se resienta e intente dejarnos recogidicas en el hotel. Ahí estábamos con nuestro guía particular visitando los lugares más importantes de Praga, ya fuera andando, en metro, en tranvía o autobús. Sin guía también supimos movernos y subir escaleras, muchas escaleras. Ha sido un viaje para disfrutar de la fiesta, la cultura y la arquitectura de esa ciudad. Tan pronto estábamos a lo alto de un monte divisándola, como sentadas en un teatro viendo ballet, como comiendo pescadito frito a espuertas o comprobando lo bien que se lo pasan los estudiantes españoles que están allí. Quedó claro que Spain is different.

El hotel, muy cuco, aunque con escaso personal. Junto al río Moldava, apenas hacía falta cruzar un puente para encontrarnos con uno de los edificios más peculiares de Praga: la casa danzante, o la casa torcida, o la casa que baila....como se quiera llamar. Para verla desde abajo hacía falta arriesgar la vida. Y es que otra conclusión que hemos sacado de la vida en esa urbe es que los peatones no existen. El muñequito verde de los semáforos los ponen por cumplir. Cruzar una calle de 20 metros, por ejemplo, en 3 segundos parece complicado. Aseguro que lo es. No te ha dado tiempo a bajar los dos pies de la acera cuando el señor de rojo ya está enfrente saludándote. Lo bueno es que los conductores también son peatones en algunas ocasiones y lo entienden. Eso sí, el susto no nos lo quitó nadie.


En fin, como estos hay muchos detalles del gran viaje que concluyó ayer. Aquí también llueve, ahora también hay que hacer maletas. Pero todo es bastante distinto, y eso es lo que hace que estos cinco días hayan sido especiales.