miércoles, 4 de abril de 2012

Cornetas y tambores


Llevan meses sonando pero ahora llega el momento de verlos pasear por la calles acompañados por más o menos opulencia. Parrapam, pam, papam, pam. Parrapam, pam, papam, pam. La Semana Santa se puede tomar como una fiesta para la devoción o, simplemente, para la afición. No son sentimientos incompatibles, ni mucho menos, pero algunas de las personas que estos días limpian con esmero su corneta o su tambor no son precisamente beatas. Les gusta la música, las marchas procesionales, el parrapam, pam, papam, pam durante horas y horas. Les gusta mucho. Y a la mayoría de los que se agolpan en las esquinas para verles pasar y escucharles también.


Como al que le gusta ver un partido de fútbol o al que le gusta ir al cine a ver los estrenos. Es una afición más que en ocasiones se asocia demasiado al hecho de ir acompañando a una imagen religiosa. La música de Semana Santa te puede gustar como la de Bisbal, y si la has escuchado desde que tienes uso de razón en tu propia casa, aún más que la del ricitos. Meses enteros en la cámara con la corneta o, al menos, con la boquilla, porque no todos los días las cabezas y los tímpanos estaban en condiciones de escuchar los ensayos privados de dos grandes promesas de este estilo.


Lo más importante llegaba en días como el de hoy y, apurando, el de mañana. Había que tener preparado el Aladdin, un limpiador mágico que en realidad dejaba el instrumento muy negro, y la plancha para dar el último retoque a la camisa blanca, el brazalete y el banderín. Uniforme inolvidable que volvía elegantes a quien lo llevara, tanto si tenía el pelo ondulado como si lucía el corte a tazón. Todo debía estar preparado para cuatro días intensos que culminaban algunos años con un Himno de la Alegría exclusivamente familiar. Afición a flor de piel.


Este año es distinto. Las cornetas y los tambores seguirán sonando, las imágenes saldrán de nuevo a la calle si el tiempo acompaña, pero muchas cosas han cambiado respecto a aquellos años. Nos ha dado por recordar, por valorar cómo era antes la Semana Santa y cómo se preparaba. La calidad de la música es ahora mejor pero la afición quizás haya disminuido. Los uniformes son más bonitos pero el planchado del día antes ha perdido expectación y relevancia. Por mucho que cambien las formas y los ritmos, la Semana Santa se asociará siempre al parrapam, pam, papam, pam, al de toda la vida.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Racismo de hoy en día


Dos hechos recientes
sirven para dar un par de vueltas a la cabeza y pensar hasta qué punto deseamos a veces defender lo nuestro. El asesinato de judíos en Toulouse y el fallecimiento de un joven negro en EEUU han reabierto el debate. Pero, ¿se ha cerrado alguna vez? Siempre ha habido y habrá racismo porque siempre existirá alguien que piense que esa otra persona distinta en costumbres y apariencia le está quitando lo que le pertenece. Y en estos tiempos en los que los privilegios y comodidades para muchos escasean, ese pensamiento se extiende aún más.

Hay crisis y lo poco que tenemos para repartirnos entre los ciudadanos de clase media debe llegar solamente a manos de quienes lo merecemos, de quienes somos de aquí, porque el resto ha venido para quitárnoslo y eso no se puede tolerar. Suena cruel, pero suena, y mucho. Y hay que dejar constancia de que no todas las personas que piensan de esta manera van a coger una pistola y se van a tomar la justicia por su mano. Pero entre todas ellas seguro que hay alguien que lleva su indignación hasta el extremo. Es el racista de hoy en día pero similar al de toda la vida, el más convencido, el que se cree superior a las minorías y con capacidad y autoridad para hacerles ver que este no es su sitio.



Lo peor de todo es, sin duda, el daño que hacen a las familias de las víctimas y a las comunidades en las que vivían. Pero desde el fondo de esta oleada de intolerancia se asoma la preocupación del resto de los ciudadanos por volver a repetir episodios nefastos de nuestra historia más reciente. Que no se extienda mucho más esa idea de que nos están robando los que no son de aquí. Que no se extienda.

martes, 28 de febrero de 2012

El valiente Anónimo


Solamente hacen falta un bolígrafo y unas pocas informaciones (verdaderas o falsas) para atacar al que consideramos enemigo. Nos olvidamos por un momento de quiénes somos en realidad y ya está. Si tenemos que llamarnos de alguna forma, aunque no tenemos obligación de hacerlo, nos pondremos un nombre histórico, conocido por todos: Anónimo.

Yo, es decir, Anónimo, puedo escribir lo que me dé la gana, de quien sea, con la extensión que sea, con las faltas de ortografía que sean necesarias; no importa, nadie sabrá quién soy exactamente. Sin embargo, quienes lean lo que he escrito adivinarán pronto mis ideas y la intención que tengo al manifestarlas: hundir a esas personas que están un escalón o dos por encima de mí y a quienes no hay otra forma de bajar al suelo que con insultos y más insultos.

Nuestro amigo Anónimo, o yo, o tú mismo, tenemos la ventaja de que no estamos controlados cuando exponemos lo que pensamos. Pongamos por ejemplo que queremos hablar de política, de políticos y del politiqueo. Hace unos meses ganaron los comicios autonómicos y municipales esos con los que yo, o tú, o él no simpatizamos y qué mejor manera de echar su trabajo por tierra o demostrar que no han trabajado que insultándoles. Y si son “los míos” los que ganaron no hay mejor forma de afianzarnos en el poder y pensar ya en lo que pueda pasar dentro de cuatro años que criticando a la oposición. Pero esto no lo hace Fulano o Mengano, no; lo hace Anónimo. ¿Quién será?

En un gran pequeño pueblo llamado Villafranca de los Caballeros el arma es la palabra. Suena idílico, propio de manifestaciones valencianas e incluso podemos pensar que en esta localidad los ciudadanos van metiendo flores en los cañones de las pistolas que se encuentran por la calle. Pero no, no es tan pictórico. Con palabras unidas de forma más o menos acertada se escribe de política como si no hubiese otra cosa que más les importase en sus vidas. ¿Qué quiénes son? No se sabe seguro, pero he oído por ahí que les llaman Anónimo.

Un momento. ¿He dicho que escriben de política? No, mentira. Escriben sobre las vidas de los enemigos y les falta adjuntar sus árboles genealógicos. En un pueblo donde todo el mundo les conoce y si no es así pregunta al vecino esta práctica es vergonzosa. Tan vergonzosa o más como el hecho de criticar a alguien por sus faltas de ortografía cometiendo unas cuantas.

Ahora sólo falta saber cuándo responderán los criticados; por alusiones, supongo. Tienen que defenderse con sus teorías políticas y versiones de lo que ha ocurrido en los últimos meses y, sobre todo, sacando a relucir el pasado de quienes hoy ni tan siquiera firman como Anónimo. ¡Qué menos que firmar! Hoy lo hacen unos, mañana lo harán otros y siempre sin decir quiénes son, qué nombre y apellidos figuran en su DNI. Eso sería demasiado complicado.

Esta historia de valentía seguirá persiguiéndonos siempre, es como el pez que se muerde la cola. Y, entre tanto, nosotros a mordernos las uñas pensando qué será de nuestro futuro mientras Anónimo y sus amigos intentan gobernarnos.

lunes, 13 de febrero de 2012

REC



Estamos muy acostumbrados a ver reportajes de investigación en los informativos o en programas especializados en ellos. Pero eso se va a acabar o, al menos, se va a complicar. El Tribunal Constitucional dictó la pasada semana una sentencia en la que declara ilegítimo el uso de cámaras ocultas en el desarrollo de la profesión periodística.


Es cierto que el hecho de lograr las informaciones a través de engaños ha sido, es y será una de las características que más ha dañado la imagen de los periodistas frente a la opinión pública, esa misma que después se planta delante del televisor ensimismada con el reportaje que le explica cómo se monta una clínica dental ilegal en un piso de Madrid o cuánto dinero estafan los videntes aprovechándose de la desesperación de algunas personas. Pero, ¿qué ocurre cuando lo que graba esa cámara escondida es de verdadero interés público?, ¿hace también daño a la profesión por los medios utilizados o le beneficia por el fin conseguido?


Se abre el debate, sin duda, sobre cuántos detalles se escaparán ahora al no poder investigar sin decir realmente a qué has venido, sin enseñar la placa de periodista mientras te observan por la mirilla y sin poder hundir el negocio del entrevistado al tiempo que alertas e incluso salvas a futuros clientes. Todo sea por el periodismo limpio.


martes, 7 de febrero de 2012

Me cae mal Europa



De la misma forma que actúan los padres con los hijos (algunos padres) así se está comportando Europa con sus miembros. Hay que darle explicaciones de todo aquello que vamos a hacer y justificar con razones de peso lo que ya hemos hecho, sobre todo si el resultado no es bueno y las consecuencias afectan a nuestros hermanos. Es demasiado fuerte el control que se pretende ejercer sobre los gobiernos nacionales y parecen inescrutables los caminos a seguir que van asfaltando a su antojo mamá y papá, también llamados Merkel y Sarkozy.


Alemania es la hermana lista, la que todo lo sabe y a la que hasta ahora nada le ha ido mal (en las últimas décadas, sobra decir) Hacia sus empresas se están marchando los trabajadores que en otros países no pueden desarrollar sus cualidades por culpa de mandatarios más torpes en su labor de dirigir un país. Son como esos hermanos que hasta ahora han seguido esa filosofía de “vivir de los padres hasta que se pueda vivir de los hijos”; lo malo es que no han sabido administrar sus bienes y su poder para dejar bien llano el camino. Así que ahora tienen que enfrentarse a dos cosas: por un lado, dar las explicaciones pertinentes a los padres y, por otro, ver cómo su prole prefiere la sabiduría de los abuelos como motor de su propio crecimiento.

¡Qué gran familia es nuestro continente! Igual que a pequeña escala nos reunimos los domingos alrededor de la mesa, nuestros jefecitos van de cumbre en cumbre. Se dan la mano, se besan, hablan en corrillos en el idioma universal que, al contrario de lo que pasaba hace unos años con el inglés, ahora es la crisis; todos se entienden. Y al final, para exponer al mundo las repetitivas y escasas conclusiones de sus quedadas, ahí aparecen ellos en sus atriles, Merkel y Sarkozy, Sarkozy y Merkel, Merkozy, Sarkel, mamá y papá. “España tiene que apretarse más el cinturón y acelerar sus reformas” así como el mediano de los hijos debe ahorrar y aprobar la carrera cuanto antes.



A mí me cae mal Europa. Me cae mal Merkel. Me cae mal Sarkozy. El Euro me cae regular, sobre todo cuando voy a llenar el depósito del coche. No me gusta que metan prisa a un país para realizar reformas que pueden o no solucionar un poco este caos dependiendo de si se hacen con buena o mala letra. Tampoco me sienta muy bien ver cómo esos presidentes del Gobierno que llevan por bandera la austeridad viajan a su particular comida familiar de los domingos sin saltarse una, con todos los gastos que ello supone. Los recortes en cumbres aún no han llegado, ni van a llegar, porque somos europeos. El día que mamá y papá expliquen algún acuerdo trascendental para nuestro presente y nuestro futuro entonces, sólo entonces, podrá cambiar mi opinión y la de mucha gente más sobre esta gran familia.