Sutilmente, pensando qué pensarán, empatizando todo lo que
puedas. Con tacto. Así debes quejarte. Porque aunque muchas personas de tu
alrededor te digan que no puedes, no les
hagas caso; sí que puedes, y debes hacerlo. Quéjate, replica y pide explicaciones
siempre que tengas necesidad y derecho a recibirlas. Con tacto, pero quéjate.
La empatía es una característica imprescindible en un ser
humano a la hora de demostrar que no estás de acuerdo con lo que otra persona
te dice o hace. Y muchas veces brilla por su ausencia. Porque si no imaginas
los sentimientos que tus palabras pueden generar en el receptor es muy probable
que sean negativos. Hablando claro: se
va a mosquear contigo. Sin embargo, llegados a este punto debemos preguntarnos
quién debería empetizar más de los dos, tú al quejarte o él al escuchar tu
queja. Esto parece un poco lioso pero no lo es. A diario vivimos situaciones de
este tipo, lo que pasa es que no nos paramos a pensar que dependiendo de las
palabras que usemos el desenlace puede variar.
Ahora vamos a matizar con un ejemplo, que ahora ya no
chispea y aquí sentados no se está tan mal y, además, hacía mucho, mucho, mucho
tiempo que no nos salíamos al fresco. Ya veréis como os resulta familiar.
¿Cuánta gente tienes a tu alrededor sin empleo estable? Más
de la que todos desearíamos, seguro. Y si la última palabra de la pregunta la
sustituimos por decente, la respuesta
no es mucho más alentadora. Pues bien, tanto si eres de los unos como de los
otros (o sufres las dos situaciones a la vez) sabes que la tensión surge a
veces con tan sólo un “¿qué tal te va?”. Ahí empieza una conversación entre un hombre A
y una mujer B, por ejemplo.
A: Pues no muy bien.
En el trabajo no me pagan lo que me merezco
B: Bueno…al menos
tienes un empleo y un sueldo a final de mes.
A: Sí, pero trabajo
diez horas al día y además apenas paso tiempo con mi familia. Hace meses que no
tengo un fin de semana libre.
B: Ójala yo pudiera no
pasar tantas horas en casa si es por culpa del trabajo. NO TE QUEJES.
Y así de fácil, en un momento, hemos llegado a la idea.
Quéjate señor A, ¿por qué no? Pero piensa que quien te escucha puede estar peor. Empatiza señora B, que A tiene sus motivos.
Empatizad los dos.
El tema de la conversación puede cambiar, no tiene que ser el empleo, pero actualmente es el más recurrente. Amistades, política o salud son otras opciones y si no hablamos con tacto el desenlace puede ser también poco deseado.