domingo, 18 de octubre de 2015

Con tacto



Sutilmente, pensando qué pensarán, empatizando todo lo que puedas. Con tacto. Así debes quejarte. Porque aunque muchas personas de tu alrededor  te digan que no puedes, no les hagas caso; sí que puedes, y debes hacerlo. Quéjate, replica y pide explicaciones siempre que tengas necesidad y derecho a recibirlas. Con tacto, pero quéjate.

La empatía es una característica imprescindible en un ser humano a la hora de demostrar que no estás de acuerdo con lo que otra persona te dice o hace. Y muchas veces brilla por su ausencia. Porque si no imaginas los sentimientos que tus palabras pueden generar en el receptor es muy probable que sean negativos. Hablando claro: se va a mosquear contigo. Sin embargo, llegados a este punto debemos preguntarnos quién debería empetizar más de los dos, tú al quejarte o él al escuchar tu queja. Esto parece un poco lioso pero no lo es. A diario vivimos situaciones de este tipo, lo que pasa es que no nos paramos a pensar que dependiendo de las palabras que usemos el desenlace puede variar.

Ahora vamos a matizar con un ejemplo, que ahora ya no chispea y aquí sentados no se está tan mal y, además, hacía mucho, mucho, mucho tiempo que no nos salíamos al fresco. Ya veréis como os resulta familiar.

¿Cuánta gente tienes a tu alrededor sin empleo estable? Más de la que todos desearíamos, seguro. Y si la última palabra de la pregunta la sustituimos por decente, la respuesta no es mucho más alentadora. Pues bien, tanto si eres de los unos como de los otros (o sufres las dos situaciones a la vez) sabes que la tensión surge a veces con tan sólo un “¿qué tal te va?”.  Ahí empieza una conversación entre un hombre A y una mujer B, por ejemplo.

A:  Pues no muy bien. En el trabajo no me pagan lo que me merezco
B:  Bueno…al menos tienes un empleo y un sueldo a final de mes.
A:  Sí, pero trabajo diez horas al día y además apenas paso tiempo con mi familia. Hace meses que no tengo un fin de semana libre.
B:  Ójala yo pudiera no pasar tantas horas en casa si es por culpa del trabajo. NO TE QUEJES.


Y así de fácil, en un momento, hemos llegado a la idea. Quéjate señor A, ¿por qué no? Pero piensa que quien te escucha puede estar peor. Empatiza señora B, que A tiene sus motivos. Empatizad los dos.

El tema de la conversación puede cambiar, no tiene que ser el empleo, pero actualmente es el más recurrente. Amistades, política o salud son otras opciones y si no hablamos con tacto el desenlace puede ser también poco deseado.