Todas las personas no tienen la misma forma de asumir un mensaje publicitario. Se puede rechazar por completo, aplicar con los ojos cerrados todo lo que dice o, en un punto intermedio, pensar que puede llevar razón pero que no es vital hacerle caso. Esta última opción es, en mi opinión, la más extendida; y las agencias publicitarias deben saberlo. Sin embargo, su trabajo es tirar la casa por la ventana y solucionar nuestra imagen en un spot de 20 segundos.
Proteger a niños y adolescentes es el principal objetivo de este proyecto de ley. Para conseguirlo una de las medidas será que los anuncios catalogados como perjudiciales deberán emitirse siempre precedidos por un aviso acústico y visual. ¿Cómo será ese aviso? ¿Dará tiempo a esconder a los niños para que no vean un anuncio de Corporación Dermoestética? ¿De verdad aplican las adolescentes el “problema” de celulitis a su cuerpo? Y si lo hacen, ¿hasta que punto no es bueno que sepan que existen formas de eliminarla? Son servicios que pueden reclamar en un futuro y, como todos, tendrán derecho a cuidar su imagen.
En algunas series de televisión y en los propios programas informativos se equilibra la balanza de la preocupación por el físico. No sólo aparecen chicas con la talla 34 ni chicos con perfectos abdominales. Ni mujeres sin una sola arruga y piernas perfectas. Hay de todo en la viña del Señor, como quien dice. Y por eso hay que satisfacer a todos, incluido a los empresarios que quieren llenar su cartera con un aumento de las ventas de sus productos. Siempre y cuando sea realista, si la publicidad es el medio para que lo consigan, están en su derecho de usarla.