martes, 18 de octubre de 2011

El legado de Supernanny


“Déjala sola, no le hagas caso”. Eso le ha dicho una madre a su hija cuando su nieta pataleaba enrabietada en el suelo. Acto seguido, la niña, de no más de 3 años, se ha levantado y ha salido corriendo hacia la carretera. Antes no se hacía así, porque antes no existía un programa de televisión en el que te enseñan a educar a tus hijos.



No es cuestión de culpar a la experta Rocío Ramos-Paul de los accidentes que puedan sufrir los niños sólo porque recomiende a los padres “dejarlos solos para que ellos mismos piensen en las consecuencias de sus actos”. No es para tanto. Pero sí es cierto que el teatro que forman en los hogares cuando Supernanny entra en acción penetra en los telespectadores.


Al ver hoy la escena que he descrito, me ha venido a la cabeza el breve momento de sofá del viernes en el que vi el programa de Cuatro y una reacción en particular de la madre protagonista de esa noche: quería volver del parque a casa con su hija y ésta se empeñaba en seguir jugando. Rocío le aconsejó/empujó a que diera la espalda a la niña y empezara a andar. Bastante atrasada, la hija lloraba como una descosida corriendo de un lado para otro, ya en la calle. La misma escena, la misma consecuencia. Las dos niñas se dan cuenta de que son ellas las que tienen que ir hacia la madre, y no al contrario.





Supernanny estará en lo cierto con sus teorías puestas en práctica todos los viernes por la noche a través de la pantalla. Pero yo no puedo evitar pensar que, cuando crezcan, esas hijas pueden enterarse de cómo arriesgaban sus madres para que entraran en razón. Eso sí, serán personas educadas que abandonaron sus rabietas gracias al legado de esa gran mujer.

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