lunes, 27 de diciembre de 2010

The last exercise


Ya queda poco. Entre resúmenes, balances y propósitos podemos dedicar algunos minutos a realizar un ejercicio, el último de este 2010. Lo del título en inglés es una larga y familiar historia sin mucho sentido que, quien sabe, quizás dentro de un tiempo sí lo tenga. De versiones y expansión va la cosa.

En ocasiones, en nuestra época de estudiantes, hay que hacer trabajos bastante complicados, más de lo que en un principio parece. Siempre pasa que todo es más difícil cuando se trata de hablar de uno mismo. De los demás, facilísimo. ¿En realidad nos conocemos? Claro que sí, pero cuando nos preguntan cómo somos nos cuesta mucho describirnos. Pero, es lo que tiene, hay que hacerlo y no queda otra opción nada más que echar la vista atrás y analizar cómo actuamos y, en consecuencia, con que adjetivos nos identificamos. Se trata de una teoría de extremos, como cuando en el colegio y Espinete nos enseñaban la diferencia entre alto - bajo, blanco - negro, bueno - malo. Aunque, ahora que lo pienso, esta última nunca nos la han enseñado muy bien. El caso es que en este ejercicio que propongo no hay término medio, no hay personalidades grises. En parte es un error, pero por otro lado es necesario decidirse por uno de los dos extremos porque, de existir una opción intermedia, todos nos decantaríamos por ella.


No hay otra manera de hacerlo que decidiéndose. No es fácil. McCrae y Costa fueron quienes dividieron la personalidad en cinco grandes factores, dentro de los cuales hay que elegir uno de los dos extremos de las parejas de antónimos.

En primer lugar, la estabilidad emocional, dentro de la cual hay que decidir si somos calmados o ansiosos, seguros o inseguros, satisfechos de nosotros mismos o autocompasivos.

El segundo punto es la extroversión, la tendencia a estar o no acompañados, es decir, si somos sociables o retraídos, apasionados o fríos, afectuosos o reservados.

Después debemos analizar nuestra franqueza, confesando si somos personas imaginativas o prácticas, si preferimos la variedad o la rutina y si nos consideramos independientes o conformistas.

En cuarto lugar tenemos que conocer nuestro grado de simpatía, es decir, si comos tiernos o rudos, confiados o desconfiados y cooperadores o individualistas.

Por último, para completar nuestro ejercicio, estaría bien evaluar nuestra responsabilidad decidiendo si nos consideramos organizados o desorganizados, cuidadosos o descuidados y disciplinados o impulsivos.

Si lo pensamos, cuesta. Dependerá de las situaciones concretas, de las personas con las que estemos en cada una de ellas y también de la etapa de nuestra vida en la que nos encontremos. No será igual nuestra personalidad en la infancia que a los veinte años, ni tampoco que a los 63. Pero no está de más conocernos y, sobre todo, ver lo complicado que es describirnos en una palabra y desestimar la contraria. Anda, vamos a hacerlo, por si hay que cambiar alguna cosilla para el año que viene.

1 comentario:

  1. podría hacer un comentario de seis hojas jeje
    he decir que me has servido de mucha ayuda en llegar a saber quién soy verdaderamente

    ResponderEliminar